lunes, 20 de mayo de 2013
A LA SOLEDAD DE MARÍA
EN TUS MANOS COBIJADO
Déjame, Soledad, que te acompañe,
pues grande más que el mar, es tu quebranto.
Deja que la amargura de tu llanto
con mis manos los achique yo y la empañe.
Déjame, Soledad, que tu agonía
sea yo quien la viva y la padezca,
que, junto a ti, mi soledad merezca
el dulce alivio de tu compañía.
Recuerda, Soledad de soledades,
que fuiste confiada a mi cuidado
por tu Hijo en el trance de su muerte.
Él me fió también a sus bondades.
Toma mis manos, Soledad doliente.
Yo, me quedo en la tuyas cobijado.
Joaquín L. Ortega
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario