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lunes, 27 de febrero de 2017

RECORRIDO POR LA IGLESIA DEL SALVADOR DE SEVILLA II

NAVE DE LA EPISTOLA


Pipe organ - Iglesia del Salvador - Seville.JPG

desde la puerta de salida hacia el interior. Lo primero que vemos es

 el Altar de las Santas Justa y Rufina


Tallado por Juan de Dios Moreno en el año 1.728, aparecen en los laterales de las columnas de enmarcan el centro del retablo una serie de objetos de cerámica, que aluden al oficio de alfarerías de las mártires (su historia ya fue comentada en la visita a la Catedral)

. Las figuras de las Santas, atribuidas a Jerónimo Hernández, (finales del XVI) provienen del antiguo Hospital de las Cinco Llagas, actual sede del Parlamento andaluz.


 En la parte superior del retablo encontramos una Magdalena arrodillada atribuida a Juan de Dios Moreno y, en el banco, la cabeza del Cirineo de Juan de Mesa, procedente de la Hermandad de Pasión.
 Esta Capilla tiene dos salas a los lados.




En la capilla de la derecha podemos admirar al siempre gigantesco San Cristóbal (2,20 metros de altura), primera obra documentada (1.597) de Martínez Montañés, encargada por el gremio de los guanteros. La figura es muy semejante a la obra del italiano Pérez de Alesio de la Catedral de Sevilla, origen de la famosa anécdota de la gamba.







 La capilla de la izquierda es la de San Miguel



está presidida por un retablo de piedra que perteneció al Trascoro de la Colegiata, cuando éste se encontraba situado entre las cuatro columnas centrales.
 Dos columnas dóricas, de mármoles rojos y negros, soportan un entablamento con triglifos sobre el que se enrosca un frontón curvo partido. En el centro de la portada se encuentra el símbolo de la Colegiata: una bola del mundo con la cruz de la Fe.


 La hornacina central está ocupada por una imagen del Árcangel San Miguel de gran calidad artística, tallada en el siglo XVIII y de autor desconocido. El Arcángel Miguel es considerado como el Jefe de los Ejércitos de Dios en las religiones judía, islámica y cristiana (Iglesias Católica, Ortodoxa, Copta y Anglicana).


 La Iglesia Católica lo considera como patrono y protector de la Iglesia Universal y el primero de los siete arcángeles, junto con Gabriel y Rafael. Supuestamente tocará la trompeta el día del arrebatamiento y es el encargado de frustrar a Lucifer o Satanás, enemigo principal de Miguel por ser el arcángel de los ángeles caídos o del mal. Por eso, en el arte se le representa como un ángel con armadura de general romano, amenazando con una lanza o espada a un demonio o dragón. También suele ser representado pesando las almas en la balanza, pues según la tradición, él tomaría parte en el Juicio final.
En esta pequeña capilla encontramos una serie de obras de diferentes procedencias:



San Pedro. Talla policromada. Anónimo sevillano, siglo XVII.


 Palanquín del Niño de las Aguas. Anónimo siglo XVIII.

Donado por don Bernardo Sánchez de Villavicencio.

 Retrato del arzobispo don Manuel Arias. Anónimo siglo XVIII.

 San Agustín. Cayetano de Acosta, 1.771-1.779.



San Agustín. Cayetano de Acosta, 1.771-1.779.




 Retrato del arzobispo don Antonio Ignacio Spínola Guzmán. Óleo sobre lienzo. Anónimo sevillano, 1.682.

 La siguiente Capilla está compartida por dos retablos, unidos casi como uno solo, según vemos en la siguiente fotografía


 Retablo del Cristo de la Humildad y Paciencia.

Fue encargado por el gremio de guanteros en honor de su patrón, San Cristóbal, imagen que hoy ocupa la antigua Capilla del Bautismo. Es talla de José Maestre, con dorados de Francisco Lagraña.


La imagen principal, del Cristo de la Humildad y Paciencia, fue tallada por Antonio Quirós en 1.696. Se inspira en un conocido óleo sobre tabla de Durero, el Cristo de Dolores, que se conserva en Karlsruhe, Alemania, y es de una gran calidad artística, expresando la soledad del Cristo torturado.

Cristo de los Dolores. Alberto Durero

  Cristo de la Humildad y Paciencia. Antonio Quirós, 1.696

 En las entrecalles se encuentran una imagen del Arcángel Rafael y otra de san Cayetano, y en el cuerpo de remate una Inmaculada y las figuras de san Pedro y san Pablo.

Retablo de San Fernando.

 Fernando III fue canonizado en el año 1.671. Entre 1.760 y 1.767 José Díaz compuso este retablo a la manera del antiguo gran retablo de la Capilla del Sagrario de la Catedral, hoy desaparecido. Se compone de un banco, con dos calles laterales separadas por estípites que enmarcan una hornacina en la que se encuentra el santo titular, y un ático con una custodia pintada, rematada por el escudo de la monarquía española, todo ello envuelto en una profusa decoración.



 San Fernando, con san Hermenegildo (izquierda) y san Luis, Rey de Francia (derecha).

 La imagen del santo patrón de Sevilla fue tallada por Antonio de Quirós en 1.699, correspondiendo la policromía al pintor Francisco Meneses Osorio. Los santos que lo acompañan son san Luis, Rey de Francia, y san Hermenegildo, obras ambas de Blas Molner.
El ático lo ocupan las figuras de san Diego de Alcalá y san Juan Bautista.

Ático del retablo, con san Diego de Alcalá (izquierda) y san Juan Bautista (derecha).


El siguiente espacio de esta Nave de la Epístola está ocupado por el
Conjunto de la Virgen de las Aguas.


 Está formado por la Pila Bautismal, el frontal de plata del Altar y el retablo de la Virgen de las Aguas.
 La Pila Bautismal fue labrada por el cantero Pedro López de Verástegui en el 1.591. Más adelante se modificó con la introducción de una pila menor, también de mármol, cuya función era, en palabras de la época, “para que el agua que se echa a los niños cuando se baptizan corra por ella a la pisina y no se mezcle con la que queda en la pila”.





 El frontal de plata del Altar es obra del platero Eugenio Sánchez Reciente en el año 1.756; el conjunto contiene un total de 129 piezas, con símbolos marianos, como la fuente y la rosa, además de escudos de la monarquía española y escudos militares.

 El retablo de la Virgen de las Aguas se construyó después del camarín, entre los años 1.726 y 1.755. Fue costeado por dos fieles, José y Diego Pérez de Baños, y encargado al ensamblador carmonense José Maestre, con dorados de Francisco Lagraña






  Está compuesto por dos hornacinas superpuestas. La baja, que conecta visualmente con el camarín, aloja a la Virgen de las Aguas, con el fondo de luz que proporciona la ventana abierta a la calle Villegas. La hornacina alta es la visión mítica de la aparición de la Virgen a san Fernando durante el asedio a Sevilla.
 En la hornacina del banco se muestra un Niño Jesús, obra de Martínez Montañés. En el cuerpo intermedio aparecen los santos Leandro e Isidoro, tallados por Felipe de Castro. Más arriba vemos a san José y san Diego de Alcalá.

San Leandro


San Isidoro
 El ático está formado por dos ángeles que presentan el escudo de la monarquía española y como remate, otros seres celestiales sujetan el emblema de la Colegiata: la bola del mundo con la cruz como símbolo de la Fe.
En los laterales del cuerpo central aparecen dos relieves que representan la Anunciación y la Visitación.

Junto a las puertas laterales que conducen al camarín de la Virgen de las Aguas podemos ver dos curiosos armarios decorados con motivos orientales, diría que japoneses.


De su origen, por el que me pregunta un lector, no he podido averiguar nada, por lo que agradecería algún dato sobre ellos. Con la Virgen de las Aguas podemos dar por concluida la visita, ya que tras ella encontramos los retablos del Cristo del Amor y de los santos Crispín y Crispiniano, ya vistos anteriormente.


  Retablo de la Borriquita o de los santos Crispín y Crispiniano.


 Junto al retablo del Cristo del Amor se ha dispuesto el de la Borriquita, dedicado históricamente a los santos Crispín y Crispiniano, mártires cristianos, zapateros de oficio.
 Fue tallado en 1.733 por Bartolomé García y montado por los hermanos José Fernando y Francisco José Medinilla.


 En el centro del retablo se expone la imagen de Jesús en su entrada en Jerusalén (la Borriquita), de especial veneración en Sevilla por ser la primera que procesiona en Semana Santa y por la multitud de niños que esperan su paso. Su realización está atribuida a un discípulo de Pedro Roldán de primeros del siglo XVIII.




Retablo del Cristo del Amor.


 A la derecha del la Capilla Mayor se levanta el retablo de la Primitiva, Pontificia Archicofradía y Real Hermandad de Nazarenos de la Sagrada entrada en Jerusalén, Santísimo Cristo del Amor, Nuestra Señora del Socorro y Santiago Apóstol. Es la unión de dos hermandades, por un lado la de la Entrada en Jerusalén, creada en el último tercio del XVI por el gremio de medidores de la Alhóndiga, en la iglesia de los Terceros, y por otro, la del Amor y Socorro, creada en Santiago por fechas similares, con la finalidad de ayudar a los presos. La unión de ambas se llevó a cabo en 1.608. Durante la Guerra de la Independencia se trasladó a San Miguel, entró en decadencia en el XIX y se reorganizó en San Pedro allá por 1.905. Desde 1.922 reside en el Salvador.


 En el centro del retablo se encuentra la magnifica imagen del Cristo del Amor que tallara Juan de Mesa.




Su precio fue de 1.000 reales, y fue restaurado por Rodríguez Rivero-Cabrera en 1.982.
 Es la primera de una serie de diez Crucificados contratados por Juan de Mesa, y que en escritura notarial el artista especificó que la haría “por mi persona sin que en ella pueda entrar oficial alguno”.



 Es de destacar que en la corta vida artística de este discípulo de Martínez Montañés (apenas doce años, pues murió a los 44 de tuberculosis) dejó obras tan importantes como este Cristo del Amor, el Señor del Gran Poder, el Cristo de la Buena Muerte (Hermandad de los Estudiantes), el Cristo del Buen Ladrón (Montserrat) o el Nazareno de La Rambla (Córdoba) entre otras.







La advocación alude al mucho amor que tuvo Cristo, pues murió en la cruz por redimir al mundo. El pelícano que está a sus pies simboliza la muerte del Redentor, pues, según la tradición, cuando sus polluelos no tienen qué comer, el ave se abre el pecho, y los alimenta con su sangre, lo mismo que hizo Cristo en la Cruz.


 A la izquierda podemos ver la imagen de Nuestra Señora del Socorro, que es obra anónima sevillana del XIX, que se viene atribuyendo a Gabriel Astorga.




 En el lado opuesto se encuentra la talla de Santiago el Mayor, obra del XVII, de vestir, pero transformada en los siglos posteriores.


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martes, 14 de febrero de 2017

RECORRIDO POR LA IGLESIA DEL SALVADOR

NAVE DEL EVANGELIO

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  Retablo del Cristo de los Afligidos.

 Se realizó en dos etapas distintas. La primera estuvo a cargo del ensamblador José Maestre, entre 1.721 y 1.724. La segunda etapa fue la reforma realizada por Manuel Barrera y Carmona en 1.786, quien rehizo el retablo por completo, introduciendo nuevas columnas y retocando la ornamentación.







 Primer cuerpo del retablo, con el Cristo de los Afligidos, acompañado de san Sebastián (izquierda) y san Roque (derecha).

Segundo cuerpo y ático del retablo.


 El motivo central representa la Coronación de la Virgen, flanqueada por san Lorenzo y san Juan Bautista. En el medallón central aparece san Jerónimo y, en el ático, san Miguel, con representaciones de las virtudes de la Fortaleza y la Templanza a sus lados.






Ocupa la hornacina central el Nazareno de los Afligidos o de las Ánimas, realizado en 1.635 por el imaginero Gaspar Ginés. De la etapa de Maestre son los santos Sebastián y Roque,




 el relieve de la Coronación de la Virgen y las virtudes Fortaleza y Templanza, que aparecen recostadas en la cornisa del ático. En los laterales del segundo cuerpo aparecen san Lorenzo y san Juan Bautista.



 Los dos relieves de las Ánimas en el banco del retablo son obra de Juan Bautista Padrone, 1.787. La Dolorosa que se encuentra en la hornacina central del banco se atribuye a Cristóbal Ramos.







 En el muro del retablo, coronado por el Arcángel San Miguel, han aparecido restos de un conjunto de pinturas murales con imágenes del Purgatorio, la Flagelación de Cristo y la Aparición en el huerto de los olivos.




 La siguiente capilla es conocida por el sobrenombre de “La Apoteosis del Barroco”, y no es otra que


la Capilla Sacramental y retablo de Nuestro Padre Jesús de la Pasión.
 Antes que nada, comentar que esta capilla tiene truco. La parte exterior, cerrada con una verja de hierro se visita desde la nave del Evangelio, pero al camarín en el que se encuentra Nuestro Señor de Pasión, se accede por una puerta lateral que se abre en la sala de venta de recuerdos que hay en el Patio de los Naranjos.


 Volvamos atrás casi tres siglos y veamos cómo se gestó esta magna obra. En el año 1.726, el Maestro Diocesiano Diego Antonio Díaz analizó una propuesta para la construcción de una nueva Capilla Sacramental y de la Hermandad de las Ánimas que sustituyera a la antigua.
Frente a la idea primitiva de crear una iglesia en miniatura, paralela a la Gran Colegial (al estilo de la Capilla del Sagrario de la Catedral), Diego Antonio Díaz recomendó que el Sagrario se localizara en la prolongación del crucero de la iglesia, simétricamente al conjunto de la Virgen de las Aguas. De esta forma, aunque la profundidad del espacio para el culto fuera inferior, se aprovechaba visualmente todo el crucero como prolongación virtual del Sagrario.
También propuso que la conexión entre la Colegiata y la Capilla Sacramental se realizara a través del arco que hoy existe y que tiene adosado el gran retablo-portada de Cayetano de Acosta.


 Tiene forma de templete suspendido en homenaje al Cuerpo de Cristo, estando soportado por cuatro grandes columnas adosadas.
Las imágenes de la hornacina alta están inspiradas en el Antiguo Testamento, y desarrollan una escena de adoración y ofrenda de panes eucarísticos al Arca de la Alianza y Cordero Pascual, con Moisés, Aarón, Melquisedec, un Pontífice, un Cardenal, un Obispo y un Doctor de la Iglesia.

Igualmente, todo el retablo está cuajado de una corte celestial de ángeles y arcángeles.

 En la cúspide la estructura, el Padre Eterno, de poderosa factura, reina desde los cielos.
 Sobre los altares laterales se sitúan las esculturas de la Virgen del Voto y san José,




albergándose en las calles laterales imágenes de san Felipe Neri y san Francisco de Sales.




 El primitivo retablo interior de la Capilla Sacramental fue labrado por Cayetano de Acosta en 1.756. Se instaló frente a la gran ventana que daba al Patio de los Naranjos, que se cegó en los años 50 del siglo pasado, y que, en origen, conseguía un efecto de “transparencia” o contraluz para la Custodia Eucarística, de forma que creaba un conseguido dramatismo que se ha recuperado en la reciente restauración.
 Este retablo fue destruido por un devastador incendio en 1.905; en su lugar se colocó uno nuevo, de madera labrada y dorada, que en 1.958 fue vendido a la Prioral del Puerto de Santa María.

 Se sustituyó por el que vemos hoy, de plata, propiedad de los jesuitas, que fue concedido a la Colegiata tras la expulsión de éstos en el siglo XVIII. Es obra del platero Tomás Sánchez Reciente, fechado en 1.753, mostrando una gran custodia a los pies del Cristo.

 En los pedestales laterales se colocaron las imágenes de la Virgen de la Merced y de san Juan Evangelista.



 La reconstrucción de los daños del incendio fue realizada por Juan Talavera de la Vega, transformando los grandes estípites bulbosos originales en pilastras decoradas y sustituyendo la bóveda elíptica por otra de aristas.


 Subsisten del incendio de la capilla las portadas labradas por Vicente Bengoechea con esculturas de Cayetano de Acosta que muestran a los arcángeles san Miguel y san Rafael, con otros ángeles que muestran motivos eucarísticos.






Estas portadas, de mármol y complicada geometría, enmarcan unas extraordinarias puertas de carpintería mudéjar.



 En los muros laterales están colgados dos grandes lienzos que representan a la Inmaculada y a San Carlos Borromeo con los apestados de Milán, pintados en Sevilla por Tovar Villalva en 1.911.






 En la hornacina central de la capilla, nos aguarda el Cristo de Pasión, imagen en madera esculpida al natural. Es un nazareno de cedro, obra de Martínez Montañés, según testimonio de fray Juan Guerrero, fraile mercedario contemporáneo suyo, y está policromado por Francisco Pacheco, suegro de Velázquez.


Se le refleja en actitud de caminar, con el pie izquierdo apoyado en tierra, mientras el derecho se levanta, y el dedo primero roza levemente el suelo, posición que le ha provocado más de una vez cierta inestabilidad. No se trata de un Cristo de Dolores sangrante, ya que simboliza la resignación. La advocación se relaciona con la de una cofradía de Valladolid que en 1.577 recogía los dolores, afrentas y tormentos, sufridos por Cristo durante la Pasión.

 A los lados del arco en el que se encuentra Jesús de la Pasión se hallan dos bustos de madera con las efigies de san Ignacio de Loyola



y san Francisco Javier, ambos jesuitas.





 En la coronación del arco de cierre aparecen las figuras de la Fe, Esperanza y Caridad.


 Este retablo portátil, que se colocaba todos los años en la Plaza del Salvador con motivo de la procesión del Corpus, se ubicó definitivamente en la Capilla Sacramental en los años 50 del siglo pasado. Continuando nuestro recorrido hacia la puerta de salida, encontramos dos nuevos retablos. El de la izquierda es el


  Retablo de Santa Ana.


El grupo escultórico de Santa Ana enseñando a leer a la Virgen fue tallado por José Montes de Oca en 1.714.

 La iconografía de Santa Ana y la Virgen niña es un tema recurrente en la producción de este artista sevillano. Estas representaciones presentando a Santa Ana como maestra y preceptora abundaron desde el siglo XVII.

 Las imágenes del cuerpo bajo corresponden a san Joaquín y san Antonio.
Bajo ellas, dos santas pintadas sobre tabla; la que luce hábito de monja es santa Teresa de Jesús.





Cuerpo superior del Retablo de Santa Ana, con la Virgen del Carmen, san Leandro (izquierda) y san Isidoro (derecha).
 A la izquierda de este retablo se encuentra


 Retablo de la Virgen del Rocío.


 Fue labrado por José Maestre entre 1.718 y 1.731, período en el que recibió varios encargos para “vestir” a la Colegial, que se encontraba prácticamente vacía desde su inauguración en 1.712.


stá presidido por una imagen moderna de la Virgen del Rocío, obra de Sebastián Santos Rojas, imagen que preside la peregrinación anual que se hace todos los años en la romería hacia las marismas.

 Precisamente, a la izquierda de este retablo podemos observar el



Retablo del Simpecado de la Virgen del Rocío.


 De reciente factura, es obra del escultor Fernando Aguado, tallado por Francisco Verdugo y dorado por David de Paz.
 El estandarte de la Hermandad del Rocío del Salvador, también llamada Hermandad de Sevilla, fue bordado en los talleres de doña Esperanza Elena Caro, insigne artesana de gran sabor sevillano.



 En el banco hay una pequeña hornacina que contiene un pequeño grupo escultórico de plata con las santas Justas y Rufina custodiando, como es habitual, a la Giralda.


 Este conjunto remata habitualmente la carreta de la Virgen que hace el camino todos los años al santuario almonteño.


*Retablo de la Virgen de la Antigua:


 Es una réplica de la famosa Virgen situada en la capilla del mismo nombre de la Catedral de Sevilla. El cuadro fue pintado en 1715 y está atribuido a Juan Ruiz Soriano.
 Esta Virgen fue muy importante en América. Cristobal Colón fue muy devoto de esta imagen.


 Las figuras del último cuerpo son un San Blas de la segunda mitad del S.XVII y una pareja de santas mártires, Santa Lucía y Santa Agueda de finales del mismo siglo.

 La imagen del nicho inferior es un San Antonio de Padua.





Pipe organ - Iglesia del Salvador - Seville.JPG