domingo, 22 de mayo de 2022

AL TERCER DÍA RESUCITO

 Se aparece, ante todo, a su Santísima Madre, inundando de gozo aquel corazón maternal, que había sido atravesado por espada de dolor. 











¡NO TEMÁIS! 

El alma de Jesús, llegada la mañana del domingo, penetra en el sepulcro, se une de nuevo con su cuerpo, lo reanima en un instante y lo reviste de gloria y hermosura ¡Aleluya!



 Como si fuese de luz sale Jesucristo a través de la roca, se lanza triunfalmente a campo abierto, resucitado y glorioso para nunca más morir. Se aparece, ante todo, a su Santísima Madre, inundando de gozo aquel corazón maternal, que había sido atravesado por espada de dolor. 

¡Día feliz! Ha terminado el duelo admirable con que pelearon la vida y la muerte. «El Rey de la vida, después de muerto, reina vivo.»






 Reina desde que ha muerto, y reina sobre todos los muertos y sobre la misma muerte. El mismo había dicho: «Yo doy mi vida para tomarla otra vez. Ninguno me la quita, sino que yo la doy por mí mismo, tengo poder para darla y poder para volver a tomarla. 

Entretanto un grupo de mujeres fieles camina hacia el sepulcro. Llevan vasos llenos de aromas, y se preguntan con inquietud quién les quitará la piedra que cierra la entrada. 




El sol ha salido ya. Lo primero que les sorprende al llegar es ver que la piedra esta corrida a un lado. Miran adentro: el sepulcro está vacío. 



Siéntense sobrecogidas. Entonces una de ellas, María Magdalena, más vehemente, más amante, corre a la ciudad y busca a los discípulos, acudiendo tal vez al Cenáculo, donde piensa que la Virgen María habrá ido llamando y recogiendo a los apóstoles huidos y también a Pedro, el apóstol cobarde y arrepentido Las otras mujeres perseveran ante el sepulcro. Y estando así consternadas, he aquí que se les aparece un joven vestido con una túnica blanca. Deslumbradas y llenas de espanto, inclinan la frente y no se atreven a mirar aquel maravilloso espectáculo. Mas el ángel, el mismo que había aterrado a los guardias, les dice:

 —No temáis vosotras. Porque ya sé que buscáis a Jesús Nazareno, el que fue crucificado. ¿Por qué buscáis al vivo entre los muertos? No está aquí; ha resucitado, como él dijo. Venid y ved el sitio en que pusieron al Señor. Acordaos de lo que os habló cuando estaba aún en Galilea, diciendo: Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y crucificado y que al tercer día resucite. Id presto y decid a sus discípulos y a Pedro que ha resucitado, y que irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como él os lo dijo.



 Al oír estas palabras se acordaron las mujeres de las predicaciones de Jesús que antes no entendían o no creían. 

Y al punto salieron del monumento llenas de veneración y de alegría grande. Volvían presurosas a la ciudad.


 


NUESTRO SEÑOR HAS VENCIDO A LA MUERTE Y VIVES PARA SIEMPRE