MARTES SANTO
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PONTIFICIA HERMANDAD Y COFRADÍA DE NUESTRO PADRE JESÚS DE LA ESPINA Y MARÍA SANTÍSIMA DE LA AMARGURA
Una Cofradía, fundada en 1773, muy arraigada y querida en Badajoz, pues rinde culto al Cristo más venerado de la ciudad: Nuestro Padre Jesús de la Espina.
Aunque se perdieron los archivos de la Hermandad, posiblemente en la expulsión de las religiosas en 1870, y, por lo tanto, no existen documentos que lo acrediten, se fija la fundación de la Cofradía en el año 1773, fecha que parece comprobada por un Breve Apostólico de carácter permanente dado en Roma el 8 de mayo de 1774 por Su Santidad el Papa Clemente XIV.
En la misma fecha concedió a la imagen del Cristo de la Espina el privilegio de Santa Bula para el pueblo de Badajoz, que podía ganar indulgencia plenaria en las condiciones ordinarias de confesión y comunión visitando su iglesia sede el día 4 de mayo, festividad de la Santa Espina.
Estos documentos originales tampoco se conservan, aunque se está investigando e intentando conseguir una copia de los mismos.
A las 21.00 horas, en los alrededores del Convento de "las Descalzas", su sede, los pacenses esperan que se abran las puertas.
PASOS DE LA COFRADÍA
NUESTRO PADRE JESÚS DE LA ESPINA
Los hermanos del Cristo visten con túnica morada con puños, escapulario y capirote del mismo color. Cíngulo amarillo, guantes blancos y zapatos negros con hebilladas plateadas y moradas.
Y procesiona en unas andas dadera tallada y dorada de estilo barroco, con tramos torneados y dorados con finos motivos ornamentales.
Tiene medallones que representan a los distintos momentos de la pasión de Cristo.
Y los de la Virgen con túnica de color huello claro, con botonadura y puños de terciopelo granate, capa blanca con el escudo de la Virgen bordado en seda y oro, capirote de terciopelo granate, cíngulo rojo, guantes blancos y zapatos negros con hebillas plateadas y granas.
Los nazarenos llevan la medalla de la Hermandad y portan cirios eléctricos.
La cofradía es única: la junta está compuesta solo por mujeres porque las imágenes de la procesión se veneran en un convento de monjas de clausura
La noche del Martes Santo se viste de morado, desfila Nuestro Padre Jesús de la Espina acompañado de sus penitentes, que todo lo inundan de color nazareno; detrás, el granate y el blanco de los cofrades de María Santísima de la Amargura. . Antes de la salida, los hermanos, a puerta cerrada, prometen guardar el mayor silencio durante todo el recorrido; lo que se cumple con especial observancia hasta el punto de que, en muchos momentos, el espectador sólo escuchará el campanilleo del muñidor que ordena detener o reanudar la marcha, y el cornetín de órdenes que, como único instrumento, suena ocasionalmente pidiendo silencio.
Este silencio le valió para que desde los años de su refundación fuese conocida como “la del silencio”. El recogimiento con el que los pacenses siguen sus desfiles procesionales hace que se pueda apreciar el empuje de los hermanos costaleros en una carga y el cadencioso siseo de sus alpargatas de esparto deslizándose por el suelo de Badajoz.
Los niños van con vistosos trajes de monaguillo y dalmáticas, realizados en raso, tisú y puntillas blancas. Los colores varían según la sección: morados para la del Cristo; rojos y blancos para la de la Virgen. Marchan portando incensarios plateados.
La cofradía es única: la junta está compuesta solo por mujeres porque las imágenes de la procesión se veneran en un convento de monjas de clausura
era obligación que así fuese por respeto a ellas de acuerdo con el código canónico de 1917, si bien, la Cofradía podía tener hermanos de ambos sexos.
El actual código de 1983 ya derogó esa norma, aunque esta Cofradía la sigue por tradición, estando así constituida por cargos directivos femeninos y camareras, con la única excepción de un camarero masculino encargado exclusivamente de vestir la imagen del Señor de la Espina.
Por otra parte, es norma estatutaria de esta Cofradía que el hábito de nazareno sólo puede ser vestido por varones, no pudiendo hacerlo mujeres, bajo ningún concepto, hasta hoy.
Esta tradición está refrendada por los hermanos, aunque, evidentemente, no es compartida por muchas mujeres, que desearían hacerlo para acompañar a las imágenes, aunque sí lo hacen a cara descubierta detrás de los pasos.
La estampa doliente del Nazareno de las Descalzas impresionaba en la fría noche pacense y la austeridad de su paso sólo la rompían cuatro sencillas lámparas de esquina.
La plazuela de la Soledad, donde decenas de pacenses hace tiempo que esperan. La ermita está abierta de par en par y la Virgen de la Soledad, la Patrona, luce sus mejores galas en el altar mayor, radiante esa noche. Con sus valiosísimas joyas, todo ello, regalo del pueblo de Badajoz.
Y en la puerta, a la espera también, la junta de gobierno de la hermandad, pero sin su hermano mayor, Joaquin Gil y Juan. Alguna imposibilidad grave, seguro, le ha privado de vivir estos momentos históricos.
Una vez más, tal como se viene haciendo en las procesiones de Semana Santa, los cortejos de los Cristos hacen una parada frente a la Madre doliente de Badajoz, la Virgen de la Soledad, que se queda por unos instantes, dramáticos, por cierto, frente a frente a su Hijo. Momento emotivo que aprovecharon las dos cofradías para intercambiarse saludos y ramos de flores.
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