Miles de peregrinos entran en procesión en la ciudad antigua de Jerusalén, en un ceremonia religiosa que recuerda la marcha de Jesús antes de ser capturado y crucificado.
El domingo de Ramos también se vive con mucha intensidad en Jerusalén, rememorando la entrada de Jesús en la ciudad santa.
Desde el siglo IV, cada año, la comunidad cristiana de Jerusalén, presidida por el Patriarca, conmemora el hecho con una procesión multitudinaria. En ella participan la práctica totalidad de los cristianos de Jerusalén. Muchos también vienen de fuera para unirse a la festividad. Cientos de personas con palmas y gran alegría recorren este trayecto acompañando al Patriarca.
Al son de cánticos festivos y música religiosa, decenas de miles de cristianos se unen al patriarca de Jerusalén, en su caminar desde el Monte de los Olivos hasta la ciudad amurallada, un trayecto de unos dos kilómetros y medio que duró casi dos horas.
La procesión comienza en la pequeña iglesia de Betfagé, con las oraciones de rigor y la concentración de todas las órdenes religiosas con presencia en Tierra Santa alrededor del patriarca, que es el máximo representante de la Santa Sede en la diócesis.
En Betfagé -pequeña población cercana a Jerusalén-, dentro de una pequeña iglesita, hay una gran piedra semirrosada rodeada de una reja -incluyo la fotografía que he hecho hoy-, y allí se conmemora el lugar donde Jesús subió al borrico para entrar en Jerusalén.
La marea de peregrinos acompañó al patriarca desde la iglesia de Betfagé hacia lo más alto del Monte de los Olivos, desde el que se divisa la ciudad antigua, y dondLa procesión pasa por el Dominus Flevit, lugar donde el Señor lloró ante la vista de Jerusalén.
Sigue por el valle del Cedrón, pasando entre la Tumba de la Virgen y el huerto de Getsemaní. Finalmente se asciende la cuesta hasta la puerta de las ovejas, para entrar finalmente en la iglesia de Santa Ana. Allí tiene lugar la Bendición, que imparte el Patriarca latino de Jerusalén, con el lignum Crucis, pequeño fragmento de la Cruz de nuestro Señor.e Jesús se detuvo para rezar y llorar por lo que acontecía en la ciudad de Dios.
El Patriarca, en la homilia que ha pronunciado antes de la Bendición, ha dicho que esos mismos que aclamaban a Jesús en su entrada a la Ciudad Santa, luego gritarían crucifícale. Nosotros no queremos ser de esos, y nos proponemos tratar muy bien a Jesús estos días, acompañándole -con la Virgen- en los días de su Pasión, y pidiendo perdón por nuestros pecados y los de todos los hombres.
Muchos realizan el camino rezando el rosario, otros cantando canciones.
Hoy como hace 2.000 años, los cristianos siguen recprriendo estas calles para recordar la entrada triunfante de Jesús en Jerusalén.
, un saludo afectuoso desde El Salvador Centroamerica, desde mi blog
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