MARTES SANTO
Suenan unos tambores destemplados en la iglesia de Santa María de la Horta con un ritmo lento, cadencioso, típico de las noches zamoranas de Semana Santa.
Suenan como un eco lejano que anuncia que la Hermandad Penitencial de las Siete Palabras ha salido a recorrer los barrios bajos de Zamora acompañando a su Cristo de la Expiación.
La cofradía que nació siendo de estudiantes peina ya canas en la Pasión zamorana con más de cincuenta años a sus espaldas y a sus filas se suma savia joven que le permite tener un futuro verde como la pana que corona las estameñas blancas que aportan luz a la noche de Martes Santo. Son las once de la noche y los hermanos, muchos de ellos niños y niñas que se asoman a las procesiones nocturnas con las Siete Palabras, acuden al templo para la celebración religiosa que da sentido a la salida procesional cuando el reloj marca el cambio de día.
Se abrieron las puertas del templo y tras ellas el Cristo de la Agonía o de la Expiación, portado a hombros por ocho hermanos, tomó las calles de su barrio para esperar frente al templo el paso de todos sus hijos de pana verde y estameña blanca.
Los hachones golpean el suelo de las calles empedradas del barrio de La Horta y por la puerta del templo asoma la primera de las siete palabras que exhala Cristo en la cruz. Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
Los cerilleros se afanan en encender las velas que servirán de guía a la ciudad para encontrar la verdad que Cristo quiere mostrar en la madrugada para expiar los pecados de quienes acuden a su encuentro. Velas verdes que marcan el camino de la luz y de la vida en su lento caminar hacia el casco histórico de la ciudad.
Pequeños crucificados de artistas zamoranos van pregonando la Pasión con el paso de las palabras. Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso.
Mujer, aquí tienes a tu hijo. Hijo, aquí tienes a tu madre.
En las aceras, a veces demasiado cerca del bullicio que llega desde las calles Herreros y Balborraz, madres, padres, hijos e hijas aguardan el paso de sus familiares.
Especialmente emotivo es el paso de un pequeño cofrade que debuta y que tenía, muy cerquita de La Horta, a gran parte de su familia. Y se miraron y se hablaron con los ojos sin necesidad de decir nada más bajo ese caperuz. Solo una mirada hacia atrás para encontrar la complicidad de quien le acompañaba en la fila.
El Cristo de la Expiación se mantiene sereno al paso de sus hermanos. ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has desamparado? exclama en un silencio que solo rompen los tambores destemplados y los hachones que golpean las piedras. Tengo sed.
Está cumplido. El desfile de las Siete Palabras deja el templo de salida. El Cristo de la Expiación camina bajo la noche cerrada de Zamora dejando a los zamoranos sus últimos mensajes antes de devolver a la ciudad al Silencio. Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
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