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lunes, 9 de enero de 2012
VIA CRUCIS DE LA JMJ II
Evangelio:
Lo crucifican y se reparten sus ropas, echándolas a suerte (Mc 25, 24).
De la planta del pie a la cabeza no queda parte ilesa (Is 1,6).
Comentario:
Mientras preparan los clavos y las cuerdas para crucificarle, Jesús permanece de pie. Un soldado despiadado se le acerca y le quita la túnica, dando un fuerte tirón.
Las heridas comienzan a sangrar de nuevo, causándole un terrible dolor. Más tarde, los soldados se repartirán sus vestidos.
Jesús queda desnudo ante la plebe. Le han despojado de todo, como a un objeto de burla. No cabe mayor humillación y desprecio.
Los vestidos no sólo cubren el cuerpo, sino también lo que cada uno guarda en su interior: la intimidad, la dignidad. Jesús pasó por este bochorno y quiso cargar con todos los pecados que van contra la integridad y la pureza. “Cargó en su cuerpo con nuestros pecados” (1Pe.2, 24).
Jesús padece con todos los que sufren; con los que son víctimas de genocidios, violencias, violaciones y abusos sexuales, crímenes contra niños y adultos… ¡Cuántas personas desnudadas de su dignidad, de su inocencia, de su confianza en el hombre!
Evangelio:
Y cuando llegaron al lugar llamado“ La Calavera”, lo crucificaron allí, a Él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda (Lc 23,33).
Comentario:
Han conducido a Jesús hasta el Gólgota. No va solo: le acompañan dos ladrones, que también son crucificados. “Y con Él a otros dos, uno a cada lado” (Jn 19, 18).
El Cordero que quita el pecado del mundo se hace pecado y paga por los pecados de los demás; por nuestros pecados.
El gran pecado del mundo es “la mentira de Satanás”. A Jesús lo condenan por declarar la Verdad: es el Hijo de Dios. La verdad es el argumento para justificar su crucifixión.
Es imposible describir lo que padeció físicamente el cuerpo de Cristo al ser colgado en la Cruz. Sufrió también moralmente, al verse allí, desnudo, entre dos malhechores y abandonado de los suyos.
Jesús clavado en la Cruz acoge el sufrimiento de todos los que viven clavados a situaciones dolorosas: tantos padres y madres de familia; tantos jóvenes que, por falta de trabajo, viven en la precariedad, sumidos en la pobreza y la desesperanza, sin recursos necesarios para sacar adelante a sus familias y llevar una vida digna.
Evangelio:
Jesús, clamando con voz potente, dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Y dicho esto, expiró (Lc 23, 46).
Pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas (Jn 19, 33).
Comentario:
Era sábado, el día de la preparación para la fiesta de la Pascua. Pilato dispuso que quebraran las piernas de los ajusticiados para acelerar su muerte, de forma que no quedaran pendientes de las cruces durante la fiesta.
Cuando uno de los soldados se acercó a Jesús vio que estaba muerto y, para asegurarse, le traspasó el corazón con una lanza. Así se cumplieron las Escrituras: “no le quebraron hueso alguno” (Jn19, 16).
El sol se oscureció y el velo del Templo se rasgó por la mitad. Tembló la tierra... Es momento sagrado de contemplación. Momento de adoración... y de situarse frente al cuerpo de nuestro Redentor: sin vida, machacado, triturado, clavado en una Cruz... Ha pagado el precio de nuestras maldades, de mis maldades...
¡Señor, pequé, ten misericordia de mí, pecador!
Jesús muere por mí. Jesús me alcanza la Misericordia del Padre. Jesús paga todo lo que yo debía. ¿Y yo? ¿Qué hago por Él?
Ante el drama de tantas personas que viven en el mundo crucificadas por diferentes discapacidades… ¿estoy luchando por extender y proclamar la dignidad de la persona y el evangelio de la Vida?
Evangelio:
Pilato mandó que se lo entregaran (Mt 27, 57).
José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sabana limpia (Mt 27, 59).
Comentario:
Acerquémonos a la Virgen y compartamos su dolor. Cristo ha muerto y hay que bajarlo de la Cruz.
¿Qué pasaría por la mente de su Madre? ¿Quién me lo bajará? ¿Dónde lo colocaré? María diría, dentro de su alma, lo mismo que en Nazaret: ¡Hágase!; unida a la entrega incondicional de su Hijo: “Todo está consumado”.
Llegó entonces José de Arimatea junto con Nicodemo. Aunque los dos pertenecían al Sanedrín, no habían tenido parte en la muerte del Señor.
Le habían pedido a Pilato el cuerpo del Maestro para colocarlo en un sepulcro nuevo que tenía José de Arimatea en un campo de su propiedad, muy cerca del Calvario.
Cristo ha fracasado, y ha hecho suyos todos los fracasos de los hombres. El Hijo del Hombre comparte la suerte de los que son considerados, por distintas razones, como
la escoria de la humanidad: porque no saben, porque no pueden, porque no valen…
Y comparte la suerte de las víctimas del Sida, que -con las llagas de su cruz- esperan que alguien se ocupe de ellas.
Evangelio:
Una espada te traspasará el alma (Lc 2,34).
Ved si hay dolor como el dolor que me atormenta (Lam 2, 12).
Comentario:
Aunque todos somos culpables de la muerte de Jesús, en estos momentos tan dolorosos la Virgen necesita nuestro amor y cercanía. Nuestra conciencia de pecadores arrepentidos le servirá de consuelo.
Situémonos con actitud filial a su lado y aprendamos a recibir a Jesús cada día con la ternura y amor con que Ella recibió en sus brazos el cuerpo destrozado y sin vida de su Hijo. ¿Hay dolor semejante a mi dolor?
Mientras preparaban “conforme a la costumbre judía” (Jn 19,40) el cuerpo del Señor para darle sepultura, María -adorando el Misterio que había guardado en su corazón sin entenderlo- repetiría conmovida, con el profeta: “pueblo mío, ¿qué te he hecho? (Mq 6, 3).
Al contemplar el dolor de la Virgen hacemos memoria del dolor y de la soledad de tantos padres y madres que han perdido a sus hijos a causa del hambre, mientras que las sociedades opulentas, engullidas por el dragón del consumismo y de la perversión materialista, se hunden en el nihilismo de sus vidas vacías.
Evangelio:
Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús. (Jn 19, 42).
José de Arimatea rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó (Mt 27, 60).
Comentario:
En vista de la proximidad de la fiesta, prepararon con rapidez el cuerpo del Señor para colocarlo en el sepulcro.
Era un sepulcro nuevo en el que nadie había enterrado. Una vez que hubieron dispuesto el cuerpo en su interior, hicieron rodar la piedra de la puerta, dejando la entrada completamente cerrada. Si el grano de trigo no muere...
María, en el silencio de su soledad, aprieta la espiga que lleva en su corazón como primicia de la Resurrección.
Esa espiga recuerda el trabajo humilde y sacrificado de tantas personas que se entregan generosamente al servicio de Dios y del prójimo; sus vidas dan fruto en la medida en que se unen a la muerte de Jesús.
Y esa espiga evoca también la acción de los buenos samaritanos que, cuando se desatan las fuerzas de la naturaleza -tsunamis, terremotos, huracanes- saben compartir con corazón grande los sufrimientos de quienes les rodean.
Oración final del Santo Padre
Madre y Señora nuestra, que permaneciste firme en la fe, unida a la Pasión de tu Hijo,
al concluir este Vía Crucis, ponemos en ti nuestra mirada y nuestro corazón.
Aunque no somos dignos, te acogemos en nuestra casa, como hizo el apóstol Juan, y te recibimos como Madre nuestra.
Te acompañamos en tu soledad y te ofrecemos nuestra compañía para seguir sosteniendo el dolor de tantos hermanos nuestros que completan en su carne lo que falta a la pasión de Cristo, por su cuerpo, que es la Iglesia.
Míralos con amor de Madre, enjuga sus lágrimas, sana sus heridas y acrecienta su esperanza para que experimenten siempre que la Cruz es el camino hacia la gloria y la
http://www.galeon.com/juliodominguez/2011d/mregla.html
http://www.madridiario.es/galeria/papa-via-crucis-galeria-fotos-recoletos-virgen-jesucristo-calvario-23459989898/50590.html
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