Ciertos lugares de La Vía Dolorosa -aunque no se llamaba así antes del siglo XVI-, fueron reverentemente marcados desde los primeros siglos.
Hacer allí las Estaciones de la Cruz se convirtió en la meta de muchos peregrinos desde la época del emperador Constantino (Siglo IV).
Según la tradición, la Santísima Virgen visitaba diariamente las Estaciones originales.
San Jerónimo, 340-420, nos habla ya de multitud de peregrinos de todos los países que visitaban los lugares santos en su tiempo. Sin embargo, no existe prueba de una forma fija para esta devoción en los primeros siglos.
Desde el siglo doce los peregrinos escriben sobre la "Vía Sacra", como una ruta por la que pasaban recordando la Pasión.
No sabemos cuando surgieron las Estaciones según las conocemos hoy, ni cuando se les comenzó a conceder indulgencias pero probablemente fueron los Franciscanos los primeros en establecer el Vía Crucis ya que a ellos se les concedió en 1342 la custodia de los lugares mas preciados de Tierra Santa.
Tampoco está claro en que dirección se recorrían ya que, según parece, hasta el siglo XV muchos lo hacían comenzando en el Monte Calvario y retrocediendo hasta la casa de Pilato.
Muchos peregrinos no podían ir a Tierra Santa ya sea por la distancia y difíciles comunicaciones, ya sea por las invasiones de los musulmanes que por siglos dominaron esas tierras y perseguían a los cristianos.
Así creció la necesidad de representar la Tierra Santa en otros lugares mas asequibles e ir a ellos en peregrinación. En varios lugares de Europa se construyeron representaciones de los mas importantes santuarios de Jerusalén.
En los siglos XV y XVI se erigieron Estaciones en diferentes partes de Europa. El Beato Alvarez (m.1420), que en su regreso de Tierra Santa, construyó una serie de pequeñas capillas en el convento dominico de Córdoba en las que se pintaron las principales escenas de la Pasión en forma de estaciones.
Por la misma época, la Beata Eustochia, clarisa, construyó Estaciones similares en su convento en Messina.
Hay otros ejemplos. Sin embargo, la primera vez que se conoce el uso de la palabra "Estaciones" siendo utilizada en el sentido actual del Vía Crucis se encuentra en la narración del peregrino inglés Guillermo Wey sobre sus visitas a la Tierra Santa en 1458 y en 1462. Wey ya menciona catorce estaciones, pero solo cinco de ellas corresponden a las que se usan hoy día, mientras que siete solo remotamente se refieren a la Pasión.
Comprendiendo la dificultad de peregrinar a la Tierra Santa, el papa Inocente XI en 1686 concedió a los franciscanos el derecho de erigir Estaciones en sus iglesias y declaró que todas las indulgencias anteriormente obtenidas por devotamente visitar los lugares de la Pasión del Señor en Tierra Santa las podían en adelante ganar los franciscanos y otros afiliados a la orden haciendo las Estaciones de la Cruz en sus propias iglesias según la forma acostumbrada.
Jesús Nazareno, Siruela
Inocente XII confirmó este privilegio en 1694 y Benedicto XIII en 1726 lo extendió a todos los fieles.
En 1731 Clemente XII lo extendió aun mas permitiendo las indulgencias en todas las iglesias siempre que las Estaciones fueran erigidas por un padre franciscano con la sanción del ordinario (obispo local). Al mismo tiempo definitivamente fijó en catorce el número de Estaciones.
Jesús Nazareno, Jaén
Benedicto XIV en 1742 exhortó a todos los sacerdotes a enriquecer sus iglesias con el rico tesoro de las Estaciones de la Cruz.
En 1857 los obispos de Inglaterra recibieron facultades de la Santa Cede para erigir ellos mismos las Estaciones con indulgencias cuando no hubiesen franciscanos.
En 1862 se quitó esta última restricción y los obispos obtuvieron permiso para erigir las Estaciones ya sea personalmente o por delegación siempre que fuese dentro de su diócesis.
Cristo de los Gitanos, Sevilla
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